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Crítica Literaria

Agusta y otros cuentos

 

por Marco López Aballay

escritor

Diario El Observador, 27 de noviembre de 2014

 

En este libro de cuentos encontramos escenarios donde pululan una variedad de personajes que se desenvuelven en el engranaje social de los últimos tiempos: escritores, fantasmas, padres de familia, comerciantes, empleadas domésticas, médicos, taxistas, animales, vagabundos, jóvenes exitosos, jubilados; ellos son los invitados de turno a las avenidas, rincones y plazas de este hermoso libro.

Existen varios elementos que validan la calidad estética de Agusta y otros cuentos: en primer lugar, la composición de las historias, (me refiero a las frases diálogos, juegos de tiempo, intervención consciente del autor, tensión, esfericidad). Lo anterior nos indica que el libro se lee con agrado y entusiasmo, desde la primera a la última página. Otro elemento que De Blasis suele utilizar bien es la ironía (hablemos en este caso de un humor inteligente, auténtico; el autor utilizando este recurso  logra una visión única del mundo que lo rodea). El lenguaje en esta obra es un manantial que fluye directo, con matices claros y precisos, donde los personajes -y las intervenciones filosóficas del autor-, tras la cortina de una aparente ingenuidad, ocultan situaciones complejas, metafísicas, absurdas, cuyo resultado es el cuestionamiento del hombre inmiscuido en una sociedad que desconoce su verdadera identidad; la de ser humano.

Ya sea bajo las llaves del realismo mágico, cuentos de terror, ciencia ficción o ensayo filosófico, el autor va construyendo dichas historias con emociones, desilusiones, amistad, desengaño, sueños, ambiciones, mitos, sufrimiento, alegría. Vale decir, todo el sentimiento humano, positivo o negativo (al decir de Otega y Gasset en la Rebelión de las Masas: "yo y mis circunstancias"). Con respecto a aquellas historias que se tiñen de colores oscuros, como el engaño, el terror, el abuso sexual, podemos darnos cuenta de una atmósfera positiva que los adorna; una especie de luminosidad creativa que hay que considerar a la hora de leer a este autor: el optimismo ante lo adverso, el buen humor para digerir la experiencia.

Bajo esta óptica funciona la narrativa de De Blasis, y los buenos resultados están a la vista. 

 

Crónicas Censurables

 

Javier Jarufe M

Corporación Cultural Caballo de Fuego 

 

Nos dice el poeta Juan Antonio Massone en el prólogo de "Crónicas Censurables", que el autor de estas crónicas "nada de censurables", "declara su pertenencia a una ciudad y un paisaje". Por cierto que el paisaje, parte de la historia y el acontecer aconcagüino se respira de un modo, diría, líricamente prístino en las  páginas de este libro. Pero debe señalarse, al modo de norma que el mismo Massone refiere en su prólogo, que no es la memoria personal el motivo de hacer pública una crónica "...como el deseo de proponer a la atención singular episodios que incumben a todos".

 De Blasis navega con prosa ágil, y por cierto con humor -a veces incisivo o tenue-, pero también con agudos razonamientos sobre temas que a todos nos importan, o debieran importarnos. Las páginas de este libro nos ayudan a escudriñar, en honesto y cronológico proceso, los claro-obscuros de nuestro reciente y profundo vivir. Por cierto con la claridad y sapiencia de quien acumula el acervo suficiente para guiarnos. En esto encontramos otro de los grandes méritos de De Blasis.

 Reiteradas son las ironías respecto de nuestra contradictoria idiosincrasia, y los acertados cuestionamientos a las motivaciones y conductas de nuestros "líderes" institucionales. También cuentan estas crónicas con la literaria presencia de "Citadini", que trasunta en las páginas del libro. Este personaje permite hilar una historia que trasciende a manera de sostiene Citadini. Particularmente, en la primera crónica, cual "Profeta" de Khalil Gibran, Citadini desciende desde la montaña para iluminar a la plebe. Sólo que lejos de ser venerado, el pueblo, con derroche de primitiivismo, grita a viva voz para que regrese por donde ha venido. Es el humor ácido, y la advertencia lúcida de De Blasis.

 

 

 

 

El hombre del Cuzco y otros escritos

 

Ernesto De Blasis es un escritor que se ha forjado a sí mismo. Tiene tres obras publicadas producto de su irredargüible vocación de narrador. Su debut literario se tituló, El Hombre del Cuzco y otros Escritos; está compuesto de trece relatos breves que configuran básicamente a un narrador incómodo en el mundo que se siente permanentemente ajeno, cuestionando los pequeños detalles que todos pasamos por alto. El primer relato (que da el título al libro) es un ensayo disfrazado de cuento, a través del cual el narrador se explaya sobre los problemas fundamentales del hombre moderno: la mecanización del trabajo y la consiguiente deshumanización de las personas. Bien escrito y bien terminado es un buen comienzo y un excelente indicador de la actitud del resto de los narradores; es decir, seres confusos frente al mundo y que muchas veces buscan una solución en la suprarrealidad, pues el mundo real (maleado por el hombre) no ofrece una salida digna.

El perro y el Ciervo revela nuestro insensible egoísmo frente a la naturaleza. He aquí el Hombre, nos muestra el error de tropezar dos veces con la misma piedra, (además en todos los relatos la salvación viene de afuera del hombre).

Este año no lloraré y La Fuerza del Destino, vuelven a ser una alegoría del hombre moderno que por seguir adelante en la evolución técnica (y generar por lo tanto una involución espiritual) es capaz de justificar lo imposible. La Sombra de Midas, es una ácida crítica a los falsos creyentes preocupados superlativamente de lo formal.

Me detengo un momento para hacer notar la clara influencia intelectual de la literatura germana en De Blasis. Escritores como Thomas Mann, Gunther Grass y el checo Kafka (de formación alemana) asoman con sus típicas características: el cuestionamiento interior del primero, la crudeza realista del segundo y la crítica hacia el monstruo burócrata del tercero. La formación intelectual de nuestro exponente lo hace generar protagonistas en el limbo; es decir, fruidores del mundo pero anhelantes del espíritu. Tanto es así, que cuando la respuesta no la puede dar el mundo real, ésta es obligadamente extraída de la fantasía.

El Secreto de la Ninfa, El genio y el loco y Muy cerca de los Pumas dejan entrever una suerte de pesimismo determinista respecto de ciertos destinos. Quizás el primero ocupó demasiado el final; la trama daba para un desarrollo más extenso en el proceso de enamoramiento de los protagonistas.

El extraordinariamente logrado cuento El Espejo merece mi mayor respeto, pues resuelve tan inesperadamente el relato que me recuerda la magistralidad narrativa de Borges.

Ni Eros ni Psique aborda el tema de la indefinición respecto de la manifestación afectiva, problema recurrente no sólo entre los jóvenes sino también en matrimonios con muchos años de rutina. Finalmente Ojos que no ven vuelve a ser una crítica social y moral que es capaz de odiar en nombre del amor, matar en nombre de Dios, y en definitiva, mentir en nombre de la verdad.

 

Tomás Soto Aguirre Diario el Trabajo 2 de Mayo de 1999 San Felipe.

 

 

 

Una Pequeña Muerte

 

Para comenzar a hablar de qué nos dice la novela, tenemos que entender primero que el autor es un hombre al cual le interesa muy poco, en este texto, la descripción de lugares; él se inclina más bien por todo el desarrollo interior, la corriente de la conciencia, busca sacar con delicadeza las miserias y alegría ocultas, aquellas cosas positivas o negativas que por ser igualmente íntimas quedan guardadas eternamente en el desván de nuestro cerebro.

Una vez entendiendo esto podemos explicarnos Una Pequeña Muerte como un caleidoscopio de la vida personal del protagonista (David), el cual es una mera excusa para adentrarnos en la variada geografía humana que todos, cual más cual menos, hemos enfrentado o enfrentaremos en la vida.

David es un representante químicamente puro de los jóvenes de nuestra época, busca su destino, pero siempre esta en medio de dos polos: desea el amor, pero no descarta el placer, tiene una incipiente motivación espiritual, pero también ve un atractivo en la evasión a través de las drogas; busca la libertad física pero cerca del alero familiar que lo resguarda.

La novela se deja leer muy rápidamente justamente por esta característica. Cada personaje que se encuentra con David es un símbolo, un estereotipo humano que va integrando el mosaico que se completa al final con la aparición de Soledad. Aquí tenemos el capítulo que cierra el libro, pero abre la libertad de la fantasía para llenar el vacío o el intersticio que completa el mundo novelesco.

En un tiempo de desecho y volatilidad importa y conviene leer a alguien que desea llegar un poco más allá. El autor desea perdurar en su mensaje y asume el riesgo; eso es un valor que no podemos dejar pasar.

 

Tomás Soto Aguirre Diario el Trabajo 6 de Enero de 1998 San Felipe.

 

  

 

El Mejor Jugador del Mundo

 

Ernesto De Blasis ha sabido evolucionar positivamente; esto significa que ha fortalecido sus debilidades y ha mantenido sus atributos literarios. Se nota desde el título de su tercer libro y segunda novela llamada El mejor jugador del mundo. Un nombre atractivo que encierra la interesante historia de un hombre (Arturo Plaza) idealista y desinteresado que es un excelente jugador de bochas.

El protagonista siente tal pasión por el juego competitivo que su afán de ganar sólo es atenuado por su caballerosidad. Así las cosas, el contenido es un excelente campo de cultivo para que De Blasis haga aflorar el íntimo pensamiento del competidor y de todos aquellos que lo rodean (Reinaldo Cruchaga y Alejo Johanssen entre otros); en definitiva la corriente de la conciencia se escurre como una serpiente entre uno y otro personaje para graficar que detrás de ese hombre frente a su destino estamos todos.

Los seres humanos somos naturalmente competitivos y sentimos el éxito y la derrota más o menos similar a Plaza. Pero ¡ojo! el protagonista cae en un vacío cuando decide traicionar su propia esencia. De Blasis nos refiere a un jugador idealista y simple que cuando comienza a transar su estilo de vida por lograr dinero empieza una caída en espiral que sólo puede terminar con la muerte... o algo muy parecido.

El final se resuelve con un ardid mágico y ya que Arturo es un insigne jugador, decide jugar su propia vida por una nueva oportunidad de renacer. El juego de la vida se vuelve propicio para un cambio irreversible.

Ernesto De Blasis no transa en su objetivo de provocar la catarsis del lector, y hace bien en no transigir, pues al orientarlo hacia una vida más rica interiormente nos sacude de tanto best seller y de tanta visión consumista, recordándonos que cuando únicamente se tiene el riesgo de perderlo todo es equivalente a no haber sido nada, en tanto que cuando se es se puede avanzar hacia verdades más profundas y permanentes.

El libro tiene la virtud de contar historias paralelas que se van vinculando conforme se avanza en la compleja red del mundo interior; es por ello que es tan importante comprender la relación de amistad entre Reinaldo y Arturo como dos exponentes antípodas en su modo de vivir, pero que sufren las mismas vicisitudes, uno por no poder soportar el fracaso y el otro por transar en sus convicciones más profundas.

El final (como acostumbra Ernesto de Blasis) es abierto a la interpretación del lector que, conforme a la mayor o menor calidad de su lectura, comprenderá los alcances de este epílogo. Una pista es el epígrafe de Hölderlin sobre la trascendencia de nuestros actos en relación con la divina mano que mueve los hilos de nuestra existencia.

 

Tomás Soto Aguirre Diario el Trabajo   5 enero de 2000.

 

 

 

El Día de los Inocentes

 

Sin dudas, Aconcagua es una de las pocas provincias chilenas que nos presenta un importante panorama de creación literaria, desde el tiempo de Daniel Caldera, hasta los jóvenes prosistas del presente. En este panorama viene a sumarse el escritor Ernesto De Blasis con su cuarto libro "El día de los inocentes" (cuentos y re-cuentos), donde sobre sus libros iniciales logra una clara superación de la escritura a través de un estilo más depurado en que a veces logra crear un clima poético que envuelve el tiempo de la narración como en una atmósfera de leve surrealismo. A mi modo de ver, sus máximos logros son los cuentos "Una vieja amistad" y "Amores secos", donde un lenguaje onírico, casi a tono de un cántico ceremonial, penetra atravesando lo que los analistas denominan con el nombre de "Los espejos negros" en un sondaje a su propia alma, en una exploración que se puede decir dolorosa, pues por momentos penetra en los lugares más sagrados de la memoria y allí enciende una linterna cuya luz es una respuesta a sí mismo.

Otro de los cuentos que se destacan es "Don Silvando Oróstica", y que cabe resaltar que este autor aconcagüino, en la elaboración del anterelato usa elementos típicamente de su tierra nativa; se inserta en la esencia de esa tierra que en sí lleva un halo mágico. Se trata de un cuento típicamente aconcagüino, y a mi parecer, por su importancia, merecía un poco más de desarrollo, especialmente en torno a esa mujer campesina, sin duda, habitante de los rincones de Santa María, donde están aún latentes muchas consejas y tradiciones populares.

Esta obra "El día de los Inocentes", sitúa dignamente con toda justicia al escritor Ernesto De Blasis, en un lugar destacado entre los escritores chilenos de su generación, por lo tanto, lo saludamos como un valioso aporte para las letras de San Felipe de Aconcagua y de Chile.

 

Enrique Volpe, escritor Diario El Valle 4 de Abril 2001.

 

 

 

 El Hijo del Pastor

 

Es tan rico en fantasía, creatividad y amor a los animalitos domésticos y a la naturaleza de nuestro mundo infantil, que en ellos anida un mundo tembloroso de ingenuidad, adhesión filial a estos compañeros del hombre, considerando también que los elementos vegetales y la luna o el cielo son parte del escenario que nos dio Dios para vivir, soñar y desenvolvernos. Por eso es que cuando hay escritores que logran alcanzar la verdadera sensibilidad de los niños nos llenamos de gracia. Tal nos acontece cuando cae en nuestras manos el libro titulado "El Hijo del Pastor" que suscribe un escritor desconocido, Jaime Miller.

¿Quién es Jaime Miller? Lo vamos a indagar porque queremos saber quién es para darle nuestras felicitaciones. La obra, bajo el sello de Ediciones Delfín 2004, editada por Arancibia Hnos., es un texto liviano de narrativa corta de sólo 56 páginas. Miller es un certero hacedor de fábulas, de buen estilo literario, de buen gusto en la concepción de la idea. Anotamos en el índice: "El duelo por Salmón", "La borreguita", "El gato y los dos conejitos", "Dos pollitos y tres pollitas", "Una mañana en la Huerta", "Las travesuras del hijo del pastor", "La abeja y la mosca", "El viaje a la luna", "El zorzalito", "El león y el cachorro", "La hoja del árbol", "Buba" y "Viaje al Cielo". La última frase del texto muestra el alma sensitiva y abierta de este desconocido Jaime Miller: "Las personas que queremos nunca se olvidan, de una manera u otra están con nosotros".

 

Carlos Ruiz Zaldívar, Miembro Correspondiente de la Academia Chilena de la Lengua. Diario El valle, 20 de Diciembre 2004.

 

 

 

Cambiando la piel

 

Se trata de una novela corta, publicada por la Editorial Ril. En ella describe la interacción y la expresión de los sentimientos de Eric y Miguel, dos viejos amigos aconcagüinos enmarcados cronológicamente en el Chile de los años setenta y ochenta del siglo XX. La dialéctica del escritor para relatar los eventos que aluden a lo esencial del alma humana, es simple; parte con una rica dicotomía entre dos sujetos treinteañeros que representan idiosincrasias distintas, valoraciones estéticas distintas e incluso niveles sociales diferentes; pero dichos seres de ficción se presentan siempre articulados por el sentimiento de amistad. Así, por un lado vemos a un Eric pragmático, hedonista, totalmente metalizado y conservador en política, con claros visos anticomunistas, seducido por la pasión de los viajes y la conservación de las obras de arte. Y por el otro lado, está Miguel, el idealista, el estudioso y amante de la historia y de la filosofía, muy reflexivo, perfeccionista y reservado. Pero son amigos que se critican y se estiman.

 

Empero, la prosa no se agota en las vicisitudes de lo psicológico, también se perciben algunas costumbres típicas de los habitantes de la zona y la naturaleza del Valle de Aconcagua; los macisos andinos, los sauces, álamos y aromos de los campos sumado a la flora ordenada existente en las ciudades de San Felipe y Los Andes; introducida en el siglo XX; entre estos, por ejemplo, las moreras y los plátanos orientales. Este énfasis por los árboles y por la flora en general es altamente probable que sea un grato resabio de sus visitas como niño a los distintos potreros, parcelas y haciendas de la zona, o de familiares y de italianos conocidos.

Por otra parte, llama mucho la atención, la presencia tanto de algunos datos históricos referentes a la ciudad de San Felipe, como algunas insinuaciones de las eventuales mentalidades de los aborígenes de la zona. Así, como también de algunas aves que aparecen de improviso; toscas unas, hermosas, las otras, como hitos de la prosa que despiertan la sorpresa de los lectores cuidadosos; este recurso eventualmente parece simbolizar el azar, lo inesperado, lo que el personaje o los personajes, no pueden controlar. Esto, no es mera casualidad, es el equivalente a un mecanismo descriptivo para dar cuenta de lo que no se conoce, a un encuentro con momentos mágicos, o a un saludo simbólico de los buitres que presagian la muerte, a los abogados de negro, o a la invasión de mariposas, tal como se percibe en Cien Años de Soledad.

 

Su legado oculto

 

La obra en comento, es más que una simple novela, es un saludo a la forma de vida regional, y una adecuada descripción de lo vernáculo que va quedando en la zona, ahora ya casi totalmente artificializada y matizada de pakings, delineada por simétricas viñas y arboledas de kiwi. El autor muestra lo que queda de San Felipe y de Aconcagua en general, en cuanto a la naturaleza, y al mismo tiempo da cuenta de la emergencia habitacional y de los incrementos humanos propios de una urbe que crece asemejándose a las grandes ciudades del país. Así, al mostrar el avance del concreto, al insertarse en la problemática política y social de las décadas setenta y ochenta, golpea al lector culto para que busque esas reminiscencias, para estimularlo a encontrar su propio camino de reflexión y de satisfacción estética, para que piense en el pasado no tan lejano del Valle de Aconcagua. Así, la obra actúa indirectamente hacia el pasado transformándose en una invitación a pensar en la región de los trozos olvidados de la Aconcagua Heroica, de la Aconcagua del cáñamo, de la provincia de las grandes haciendas, de la región de los piños y rebaños que iban y venían de la Cordillera, con vaquéanos que mascan charqui, ajo y pan duro, escondidos en sus mantas negras de castilla. Por ello, es probable que el aconcagüino culto y que haya leído esta obra, sienta también la necesidad de rememorar la otra Aconcagua, la zona de los vastos pastizales y de los zorzales y de las tortolitas cordilleranas, de comienzos de siglo XX, la región de los tranques con cáñamo, la región donde solían cruzarse por el camino zorros al atardecer y culebras al mediodía. Por ello, por esa fuerza de su prosa, los escritores de la Sociedad de Escritores de Chile, Filial San Felipe, nos enorgullecemos de homenajear a tan distinguido autor.

 

Zenobio Saldivia M.

 

(*) Miembro de la Sociedad de Escritores de Chile, Filial San Felipe; Académico e investigador de la U. Tecnológica Metropolitana, Santiago.